miércoles, junio 22, 2005

Justicia y P.A.S.


Si queremos hablar de Justicia no podemos estar de acuerdo con concepciones
estáticas de la virtud. Para el P.A.S, la virtud, en pleno aunque torpe
movimiento, debe ser algo que nos trasciende, como el fuego de Prometeo, un
ideal inalcanzable. Así, aquel iluminado por la virtud debiere estar sujeto
a una intensa acción de gracias por dicha gracia antes de someter a su
juicio al no-virtuoso.

No se trata de pajas, postes y ojos ajenos. ¡No, no, no! Simplemente de
tener en cuenta que aquella ingrata omisión del estado de gracia funda la
ineficacia de la justicia en la forma como la vivimos, concebimos y
ejecutamos, en su estado actual. No se puede hacer justicia segregando. Las
posturas rígidas sobran, de seguir así la humanidad se irá de bruces, con su
dedo apuntando, con su balanza que pesa y sopesa sujeta siempre a la
gravedad terrenal.

¿Podríamos hacer abstracción de la individualidad del acusado antes de
juzgar? ¿qué significa la pretendida igualdad ante la Ley? No sin antes
referirnos a "Dura lex, ruanus lex" -piedra jurídica angular del P.A.S,
quisiéramos dejar en claro que la moral acartonada nos sabe a manual. La
defensa actual de la justicia, o bien de las otras virtudes, tal como es
llevada en nuestros días, se funda sobre la estigmatización de la desvirtud,
sobre la siembra de la desunión.

Algunos pretenden que la Justicia cabe en una pregunta cerrada, que en un
par de alternativas cabe una historia de vida. Pues bien, el carácter
diferencial ha de ser superado, al fin y al cabo estamos hablando de lo
absoluto y esto no tiene nada que ver con jueces ni expedientes. ¿A qué
punto la modernidad ha separado la justicia de la Justicia? ¿El juicio es el
juez? La verdad sea dicha: ¿El veredicto sigue siendo la verdad? No queremos
más verdades fácticas, la Ley es poesía, no industria editorial; su
aplicación debe ser como música ejecutada al interior de un colectivo, como
un ligero correctivo de armonía para la cacofonía social.

Vemos entonces que siglos de sistematización de enfoques punitivos no nos
han ayudado en nada a entender nuestras fallas, que apenas nos hemos
enclaustrado en un talión sofisticado. Exconvictos, prófugos, criminales de
pensamiento, en cierto modo, P.A.S es su partido. En esta época en la que
todos las miradas se voltean, en la que sin pudor se lanza la primera
piedra, por el placer sadomasoquista de la pedrea, hemos de entender la
necesidad de abogar por el diablo, de compensar con o sin razón los abusos
de la mayoría, las taras hereditarias de la ley.

Nos gusta pensar que la Historia es sola juez. En sus cómodos y graciosos
plazos, muy a posteriori, se puede contemplar (antes de acusar), entender y
perdonar la mezquindad humana e incluso prever una futura compensación que
no es revés para nadie, que finalmente nos revela que nunca hay ni habrá
Justicia, ni civil ni divina, sólo Justeza. Lamentamos que en nuestros días,
aparte del olvido, casi nada esté basado en el perdón.

Idolatramos por costumbre, atracando en el que creemos buen puerto, a la
estatua de la Justicia con su hilera de pestañas enyesadas, una toga y una
peluca y otras payasadas. Obramos. El misterio de la Injusticia aún no nos
ha sido revelado y mientras tanto seguimos lanzando ladrillos hacia arriba
en esta tierra, sorprendidos todavía de que nos caigan en plena jeta.
Queremos que la Justicia, como la Justeza, sea la acción simbólica de
ninguna mano. Lamentamos que en nuestros días, aparte del olvido, casi nada
esté basado en el perdón.

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