martes, febrero 27, 2007

Alejándose de la imagen ideal de la personalidad como felicidad suprema de los terrícolas, imagen perteneciente en realidad al arsenal cultural del siglo XIX, la característica actual es la cultura barata de la sociedad postmoderna y postindustrial con sus cuatro grandes insignias:

Todo es indeterminado y degenera por ello en la “vertiginosa quietud” del circuito sin sentido de una moda calculada exclusivamente de modo económico.

Todo se transforma en entretenimiento y pierde con ello lo serio de un verdadero desarrollo de la personalidad.

El mundo público y vecinal cae en una secuencia de mundos aparentes generados por los medios de comunicación de masas, por obra de los cuales al final queda un individuo aislado en su privacidad narcisista, lloroso y egoísta, cuyas formas de vida en verdad infantiles son ocultadas bajo el manto de la niebla, generada por los medios de comunicación, de los eslóganes culturales y de las masas vacías de contenido desde hace mucho tiempo. El individuo de este modo es incapaz de ver la génesis manipuladora e industrial de su forma de vida sólo aparentemente individual.

Todo está prefabricado y producido y degenera por ello en un bien de consumo barato, incluyendo la –individualidad-

No existen verdaderos discursos. Solo recortes lingüisticos que evolucionan hacia lo trivial de las posiciones ideológicas, se vive en el acervo de las frases hechas por políticos, oradores festivos (que muera ya Julio Sánchez Cristo y la señora Yamith Amad por favor) y editorialistas.

Aceptemos de una vez por todas el pseudoindividualismo fabricado industrialmente, los escasos ámbitos de desarrollo personal que brinda el sistema y en sí las ciudades actuales. Hay que reconocer el consumo como el mayor medio de expresión de la singularidad reflejada en la elección de uno u otro producto.

Hay que replantearse, en base a lo anterior, el papel y el contenido de algunas instituciones tradicionales que hoy siguen píe de manera lacónica y esperar que la psiquiatría, como ciencia que versa sobre la “patología de la libertad”, nos eche una mano.
(Así, teniendo en cuenta que la enfermedad mental es descrita como factor disminutivo de la libertad individual, la próxima edición se refiere a los sentimientos como factor restrictivo de dicha libertad, específicamente: el miedo. Desde ya tomamos postura al enunciar el fin supremo a alcanzar: la utilidad como el mejor determinante de los sentimientos).