jueves, julio 27, 2006

Atenas e os atenienses latino-americanos

Estimados leitores,


Ultimamente este blog tem recebido vigorosas manifestações de um legítimo representante dos gramáticos colombianos.

Gostaríamos de aproveitar essa preciosa oportunidade para indicar a leitura do interessante texto “LENGUA Y PODER: EL PROYECTO DE NACIÓN EN COLOMBIA A FINALES DEL SIGLO XIX”, de onde retiramos os trechos abaixo transcritos.

Aproveitamos o ensejo para dirigir um agradecimento especial ao mencionado leitor não somente pela constante participação em nossos debates, mas principalmente por ilustrar tão bem a influência das normas gramaticais na configuração das relações sociais, político e culturais desse país.

Atenciosamente,


Editor Clínico pela Libertação da Linguagem



“Dentro de los proyectos hispanoamericanos de constitución de la nación en el siglo XIX, el colombiano se distingue no sólo por haberse concretado muy tardíamente hacia finales de la década del 80, sino porque obedeció especialmente al impulso de un grupo de filólogos, gramáticos, latinistas y prelados. La tendencia generalizada de suponer que la excelencia en las letras es un reflejo del grado de civilización de un pueblo, y que hay una conexión directa entre las virtudes de la población y las obras de sus elites letradas, le ha permitido a los colombianos durante más de un siglo ufanarse de la alta cultura que profesaban sus prohombres. Bogotá todavía se precia -aunque cada vez más tímidamente- de haber sido considerada la Atenas sudamericana.

(…)
Sin embargo, otra lectura de esta paradoja sería verla como característica de la Regeneración: un intento de incorporar al país a la economía-mundo, modernizando el aparato estatal, el aduanero y el fiscal, a la vez que culturalmente ponía una muralla a su alrededor para evitar que entraran las ideas que sustentaban esa modernización en el resto del mundo. Si económicamente el proyecto que encabezaba Miguel Antonio Caro como vice-presidente de Núñez no resentía el contacto con otras naciones, en el mundo de las ideas, de lo simbólico, consideraba que la tradición española y católica poseían todo lo que los pueblos americanos necesitan, y debía permanecer tan pura e incontaminada como la lengua (Jaramillo Uribe 64).
La misma modernización del aparato estatal y fiscal quedó envuelta en la política de encerramiento propia de la "Regeneración". Su rasgo característico fue justamente la imposición de normas, restricciones, regulaciones. Es pensable que esto, de alguna manera, es parte de la misma "tradición de intolerancia", que según el historiador Fabio López aparece como constante en nuestra historia y se ve reforzada por la "política de abierta contención de la modernidad a través del sistema educativo", (López de la Roche 112) entregado en su totalidad a manos de la Iglesia católica.

Se plantea una contradicción, como es evidente, también en el interior de la nación misma. Un proyecto de nación que remite a la raiz hispánica y católica es un proyecto excluyente de las mayorías mestizas del país, por no mencionar a las poblaciones indígenas, sobre las que recayó la fuerza de este proyecto civilizador. Los saberes letrados, la fe católica, el hispanismo serían dominio de unos pocos que legitimarían con ello su derecho al poder. Fueron efectivos en su rechazo a las ideas modernas, y privaron de ellas a todos por medio de la educación religiosa que se impartió a los pocos que tuvieron acceso, y por la total negación de instrucción a los demás. Como señala Ligia Galvis, "[p]uede decirse que la proyección de la Constitución de 1886 implicó la introspección de la cultura. La sociedad colombiana, en virtud de los efectos del control eclesiástico de la educación, se volvió impermeable a las ideas provenientes de las influencias positivistas y socialistas y, consecuentemente, al desarrollo de la ciencia y de la técnica. La conciencia ilustrada quedó sometida a la marginalidad cultural y a la conciencia culpable" (Galvis 236).

Otras circunstancias de la conformación política del país pueden haber contribuído a la fuerte inserción del proyecto de los gramáticos. La fuerte predominancia de los saberes letrados como legitimadores del poder elevaban a los letrados funcionales a posiciones privilegiadas. La presencia del Estado, en parte por las condiciones geográficas, pero también por las agitaciones políticas, siempre ha sido débil. En la mayoría de los lugares, es pensable que los letrados funcionales, el cura párroco y el notario, fueran las personas que sirvieran de intermediarios entre la población y los representantes del Estado. El acceso a la letra, aunque su uso fuera deficiente, los elevaba por encima de la mayoría.

Caro y sus gramáticos y prelados establecieron qué es ser un católico y cuál es el castellano que se debía hablar. Rufino José Cuervo mostraría cuáles eran los errores y desviaciones que alejaban a miles de miles de bogotanos al acceso de la letra y del buen uso de la lengua. Él y Caro fijarían cuál era la forma correcta de decir. El bogotano corriente sabrá, desde 1867 hasta hoy, que su castellano es tan sólo una desviación de la norma y también que por eso mismo es un excluido del poder. Ni qué decir del resto del país, plagado de hablas regionales en las que incluso se escribe poesía y narrativa, pero que quedan excluidas de la verdad, de la palabra, por ser desviaciones de la norma. O de las ochenta familias de lenguas indígenas que quedaban enteramente excluidas de este proyecto de nación.

La fuerza de este discurso puede medirse, tal vez, en el hecho de que las Apuntaciones críticas sobre lenguaje bogotano de Cuervo tuvieron en vida de su autor seis ediciones actualizadas y se puede considerar una especie de best-seller de la época. En la Correspondencia entre Caro y Cuervo una de las menciones más frecuentes es a las ventas de la obra y a la necesidad de sacar más ejemplares o nuevas ediciones. Como la Urbanidad de Carreño (González Stephan), las Apuntaciones pueden haber servido como manual para las nuevas clases. Se convirtieron en norma de comportamiento en el habla, indicaban la forma de acceder a las esferas sociales de los letrados: a pesar de la exigua modernidad, hubo migraciones fuertes del campo a la ciudad (que pueden haber sido motivadas también por la violencia y no necesariamente por las transformaciones modernas), pero de todas maneras hay un sector móvil de la población que puede haber visto las Apuntaciones como un medio de acceder al buen uso del lenguaje, requisito indispensable para tener acceso a la ciudad letrada y de ahí al poder”.
(Texto de Erna von der Walde Uribe. Publicado em Revista Iberoamericana Vol. LXIII, Siglo XIX, fundación y fronteras de la ciudadanía, editado por Susana Rotker, 178-179, Enero-Junio, 1997; 71-83).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Interesante! Menos mal que se colocaron las citas bibliográficas, no se vaya a pensar que esta situación tan normal en la creación de los Estados-Nación no ha pasado en el resto del mundo... ¿?

Anónimo dijo...

Interesante! Ya no será necesario tomar el control de lectura. Se nota que comprendó el texto y que en un acto de sensatez y autoreflexión volvió al anónimo que siempre fue. El nombre y el concepto realmente eran muy malos. Gracias por su atención.

Anónimo dijo...

¿Muy malos a juicio de un copypaster? Blah blah blah...

Anónimo dijo...

que articulo tan pésimo. no sabia que se dedicaban ahora a transcribir basura en vez de vomitar digitalmente la propia...